martes, 23 de febrero de 2010

Todos los sonidos en solo 10 minutos

Oigo el golpe del trozo de la galleta al caer contra el papel y, mientras escribo para narrarlo, oigo el incesante sonido de mis dedos sobre las teclas del ordenador, continúo, menos en los ratos que me paro para pensar. El ruido del motor recalentado del ordenador es como la banda sonora de este instante, tan monótono y desapercibido. Muevo la lengua y puedo oir el ruido que produce al chocarse con mi paladar. Por la ventana, se cuela el viento, ese sonido que es como un rugido y que cuando es muy fuerte puede resultar aterrador. Desde el piso de abajo oigo la música de mi tía, como un eco. Cojo otra galleta, el plástico protesta y suena; mastico y oigo el crujir de la masa triturándose bajo mis dientes. Con fuerza al primer mordisco, más débil según continúo masticando. Me sorprendo, en mi concentración soy capaz incluso de escuchar como un avión atraviesa el cielo ya oscuro, sí, ahora lo oigo con más fuerza aún, inequívoco. El cristal de la ventana hace un ruido seco, rápido y desaparce de nuevo. Cojo la Coca-Cola y bebo. Me maravilla de pronto el sonido que hacen las burbujas de gas al derramarse por mi garganta, tanto que, entusiasmada, bebo de nuevo solo para escucharlo otra vez. Se me asemeja al crepitar de un fuego, de una hoguera. Mi prima grita y su voz resuena por todo el piso, casi puedo sentir como se desgarra su garganta. Vuelve la calma. Me escucho respirar, el aire entrando por mi nariz y saliendo con fuerza. Me rasco, se produce un sonido extraño que no soy capaz de describir. Desde fuera me llega el sonido de unos frenos, sí, puedo distinguirlos, son los frenos de un coche que está haciendo la maniobra para aparcar. Ahora pasa una moto, justo por debajo de la casa. Ahora se aleja, el sonido se pierde. Se ha perdido, ya no lo escucho. Ladra un perro pero nadie le contesta. La silla debajo de mi cruje, protesta en pequeños chirridos agudos, desagradables. Me llaman para cenar, oigo la voz y como pronuncia cada letra de mi nombre, es mi abuela, sin duda. Luego, una puerta.

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